Mi Oración

Mi oración es que cada artículo sea de bendición para tu vida y que cada día podamos aprender que...

...es necesario morir.



jueves, 25 de marzo de 2010

Un Héroe Muerto
Ese es el sentimiento que compartieron hace casi dos mil años los discípulos y los seguidores de Jesucristo, el superhéroe en quien habían vertido sus esperanzas de reivindicación social, cultural, religiosa y espiritual. Desde toda perspectiva y desde cualquier ángulo posible de análisis, su superhéroe había sido brutalmente vencido. No había duda alguna. En una muestra de debilidad inconcebible y sin luchar ni por un segundo, ellos le vieron rendirse ante la policía religiosa. No había duda alguna. Ellos escucharon su incomprensible silencio ante las acusaciones expresadas en el juicio y contemplaron la humillación de ser tratado como un delincuente del más bajo nivel. No había ninguna duda. Ellos pudieron sentir el horrendo hedor combinado entre la carne fresca de Jesús y la saliva proveniente de los escupitajos de los torturadores mientras lo azotaban sin misericordia. No había ninguna duda. Ellos fueron espectadores confusos entre la multitud que gritaba su preferencia y pedía la libertad de un conocido revolucionario, enviando a su superhéroe a una muerte sin sentido. No había ninguna duda. Ellos contemplaron a su héroe mientras cargaba sobre sus hombros heridos y sangrantes la pesada cruz durante el interminable camino a la cima del Gólgota. No había ninguna duda. Ellos le vieron caer una y otra y otra vez, vencido por el agotamiento, el dolor, la sed y la dureza de los golpes. No había ninguna duda. Ellos tuvieron que escuchar las burlas que hacían quienes disfrutaban el espectáculo. No había duda alguna. Ellos pudieron sentir el llanto y la amargura de las mujeres que gritaban pidiendo misericordia para aquél hombre sometido a tal barbarie. No había duda alguna. Ellos estaban allí cuando sus manos y pies fueron atravesados por los sucios, largos y gruesos clavos de hierro, abriéndose paso por su piel, rasgando carne, tendones y huesos. No había duda alguna. Sus propios oídos fueron testigos del clamor de su superhéroe para que su boca sedienta fuera humedecida, y pudieron ver su rostro al recibir solo una esponja con vinagre. No había duda alguna. Ellos contemplaron a Jesús mientras hacía inútiles esfuerzos por levantar su cuerpo para dar el último aliento, raspando su espalda magullada contra aquel cruel madero, símbolo de dolor y muerte. El sonido de la lanza atravesando el costado de Jesús hizo eco en sus corazones como el final de una tremenda aventura que los había llevado a creer, pero no había duda alguna. Jesús no era el superhéroe que ellos creían. No hubo superpoderes, no hubo milagros, no hubo argumentos, no hubo lucha alguna y ni siquiera hubo quejas que salieran de la boca de aquél a quien habían dedicado tres años de sus vidas para seguirle, escucharle y participar de su círculo íntimo. Su amigo, su maestro, su superhéroe había muerto, y con él todas las esperanzas abrigadas en lo profundo del alma. En un final impensado, un mundo de sueños se vino abajo. Para ellos no había duda alguna, Jesús no era un superhéroe, sino otro buen hombre ungido por Dios, que había intentado hacer una diferencia, pero que había caído en las redes de la envidia y la maldad que la humanidad ha cultivado a través de toda su historia. No, no había ninguna duda, Jesús había muerto.

Jesús les había dicho: Si alguno quiere ser mi discípulo, debe tomar su cruz cada día y seguirme. En aquel momento esas palabras no tenían sentido alguno para quienes las escucharon de primera fuente, pero Jesús iría más allá y les mostraría que su muerte sería la mejor manera de demostrar con el ejemplo que es necesario morir. Para que una semilla de mucho fruto, debe caer a la tierra y morir.

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